27 agosto 2011

La Princesa de Sol. Capítulo 15

La princesa coge con decisión su mochila, todo lo que su madre, la reina, había puesto para su viaje, estaba allí como si nada hubiera pasado, como si todo empezase otra vez, pero con aprendizajes muy importantes que harían que todo fuera diferente.

Necesitó un rato para ella, pues ahora que se había encontrado a sí misma no podía volver a perderse. La batalla que le esperaba iba a ser muy dura. La bruja tiene el corazón demasiado lleno de rencor y no entenderá que todo puede ser diferente, que el reino puede ser otro, que no está todo perdido.

Los recuerdos la invaden. Su querido Samuel, con todos los pequeños detalles. Sus padres siempre preocupados y amorosos, llenos de sabiduría vital para ella. El hada de los sueños, que desde su escondite en su cabello, ha velado cada paso y cuando fue necesario gastó todo su poder para salvarla. El bufón que le mostró un mundo que no conocía y así encontró al hermano que nunca tuvo. Los pequeños duendes, dispuestos a ayudarla desde su grandeza mágica. El restaurador de almas que con empeño busca cada pieza y no parará hasta recomponerla por completo. El limpiador de estrellas que siempre ha creído en ella y limpia lo que ella no es capaz de limpiar.

Comienza a pasear por aquel bosque. Aquel bosque que siempre ha abierto puertas para ella. Que siempre le ha enseñado caminos nuevos, que la ha mantenido con vida. Aquel bosque sagrado donde tanta vida a compartido. Aquel bosque que en momentos complicados ha salido de su silencio para salvarla.

Mientras en palacio todos festejaban el regreso de la princesa, sin saber que era la bruja disfrazada. Los reyes lloraban de felicidad, su pequeña ya estaba en casa. Traía con ella un apuesto muchacho con grandes talentos. Todo volvía a ser como debía ser. Entre tanta alegría nadie se había dado cuenta de que todo seguía sin color, ni la bruja inmersa en su momento de gloria, en su victoria, se acordó que el reino se sumía en su hechizo.

La princesa caminó dentro del bosque durante varios días, pensó que sus días se acabarían pues no tenía nada que comer, pero recordó que su mochila estaban las semillas de la secuoya gigante, qué sabia era su madre. Siguió caminando hasta llegar al lugar donde escondió su corona, la desenterró y se la colocó junto a su lazo negro. Todo en su sitio, su precioso vestido verde, sus botas, su corona y su lazo. Ahora si parecía una princesa.

Siguió el camino hasta lo alto de la colina que siempre veía desde su habitación en palacio. Allí divisó que todos reían como en su fiesta y se temió lo peor. Parecía que nadie la necesitaba, que así todo era como tenía que ser. Por un momento barajó la posibilidad de no luchar, de dejarlo todo estar, de marcharse y buscarse otra vida. Pero echó un vistazo a su hermoso reino, lo vio sin color, sin aquel sol que daba vida en cada rayo. No podía rendirse, su reino se merecía una vida mejor, aquello no estaba bien y ella era la elegida para cambiarlo. Así que prosiguió el camino que la llevó hasta la puerta del castillo. Nadie vigilaba, todos estaban en la fiesta. Se adentró por los pasillos cercanos a la galería y llegó al salón, igual que en su sueño, pero ahora estaba lleno de gente, de música y de risas. Su padre y su madre sonreían como nunca.

Los reyes habían preparado un gran banquete para su hija y todos pasaban alegres dándole la bienvenida a la falsa princesa. Un pequeño que venía del campo, se acercó para saludarla. El olor que desprendía era muy desagradable y la falsa princesa lo despreció. Todos se quedaron atónitos, la princesa nunca había despreciado a nadie, ella siempre era amable y más con aquellos pequeños. Nadie entendía qué había cambiado en la princesa. El pequeño triste y decepcionado corrió a esconderse cerca de donde estaba la verdadera princesa. Sentía mucho dolor y las lágrimas no dejaban de salir. La princesa se conmovió y se acercó a él, con ternura lo abrazó y calmó su pesar.

- Pero, si acabas de despreciarme. No entiendo por qué ahora me abrazas princesa.

- No te asustes, pero esa de ahí no soy yo, es la bruja disfrazada. Quiere quedarse con mi vida y hacerme infeliz. Pero no sufras, lo voy a solucionar pronto.

El pequeño la abrazó fuerte. Ella lo miró con esos grandes ojos y lo mandó con su familia. Entonces tomó fuerzas y se dirigió al centro del salón. Todos quedaron paralizados, sin saber qué decir, ¡había dos princesas! El silencio se apoderó un buen rato de la sala, hasta que empezó a hablar.

- No tienes que engañar a nadie, todos son capaces de aceptarte, sí tú quieres. Eres tú la que te alejas, si fueras capaz de cerrar la herida que tienes, nadie te lo tomaría en cuenta. Pero el reino se merece una vida mejor, llena de color, y de un sol radiante. Sólo conseguirás hacer desdichados a todos.

- No se de que me hablas. ¿Quién eres? Dijo la falsa princesa.

- No puedes engañarlos, ambas somos muy distintas y se darán cuenta muy pronto que tú no eres quien dices ser. No puedes vivir una vida que no te corresponde.

En ese momento la bruja llena de rabia rompió su disfraz y dejó ver su verdadero rostro. Nadie sabía qué hacer, los soldados intentaron apresarla, pero al princesa los detuvo.

- Sólo tienes que querer cambiar y todos te perdonarán. Sólo puedes hacerlo tú.

Aquellas palabras estaban haciendo que la bruja sintiese pena de sí misma. No podía permitirlo, tenía que terminar con aquel dolor. Se concentró y convocó todo su poder para destruir a la princesa. Lanzó un rayo contra ella, la princesa calló al suelo. Sin movimiento, sin indicios de vida. La reina corrió a tomar en sus brazos a su pequeña, a su única hija, acarició su rostro que sorprendentemente no mostraba signos de dolor, ni sufrimiento. La bruja al verlo recordó por lo que empezó todo esto, ella también merecía el amor de una madre. En ese mismo momento apareció la abuela Carlota, había permanecido escondida en los pendientes de la princesa y ahora era el momento de hacer su último conjuro. Dijo las palabras mágicas y rompió el corazón de piedra de la bruja y en su lugar puso no de carne. Esto hizo que la bruja dejase salir todo aquel dolor y comenzó a llorar. Se acercó a la reina y a la princesa, se arrodilló con respeto.

- Perdóname princesa, tanto dolor me hizo volverme fría, se que ahora no sirve de nada, pero lo siento tanto.

Las lágrimas sinceras de la bruja cayeron sobre la princesa y el poco poder que le quedaba hizo que volviese a la vida. Fue entonces cuando en sus manos apareció la penúltima pieza del puzle del alama de la princesa.

- Esto es para ti princesa, gracias por cambiar también mi vida. No se como no me di cuenta antes. Lo siento de veras.

- No te preocupes, ahora tienes toda una vida para cambiar lo que has estropeado. Todos te darán una oportunidad si tienes el valor de asumir esta tarea.

- Pero ya no tengo poder, para restaurarlo todo.

- Eso déjamelo a mí, se como hacerlo. Pero me tienes que prometer que va a merecer la pena tanto luchar. No olvides que tienes mucho por hacer y cuidar. ¿Lo harás por mí?

- Sí, princesa, lo haré, no tengas duda, pues tú has creido en mí a pesar de todo. Ahora me toca a mí.

La princesa la abrazó y se dirigió a su madre:

- Ésta será a partir de hoy también tu hija, es lo único que siempre ha deseado. Todos nos equivocamos, el dolor puede nublarnos la vista, pero ahora es tiempo de perdonar y volver a empezar.

La princesa se levantó y se acercó a Samuel, con cariño lo miró, lo besó como si fuera el último beso y sí, ahora si sería el último. Sumidos en aquel amor, no había más que decir. Después se acercó a su padre y mirando a sus seres queridos, les dijo:

- Espero que entendáis que esto es necesario, para dar fruto, primero hay que morir, pero no me iré del todo, pues estaré dando mi vida por vosotros, porque no hay amor más gran que aquel que da la vida por sus amigos.

Cogió su mochila y sacó de ella la caja de polvos mágicos, quedaban muy poco, sólo para solucionar un último embrollo. Descubrió que la última pieza del puzle de su alma estaba entre aquellos polvos, por fin había conseguido recomponer su alma por completo. Ya estaba todo listo. Roció los polvos mágicos por todo su cuerpo, que se llenó de luz. Poco a poco, muy despacito, fue subiendo hacia el cielo y se convirtió en ese sol que lucía con fuerza, en un sol que daba vida. Y así todo el reino volvió a la vida feliz como la conocían al principio de esta historia. Todo volvió a tener color, las flores volvieron a brotar con fuerza, los campos comenzaron a dar fruto y así todo volvió a estar bien.

Ahora cada vez que alguien alza la mirada hacia el sol siente ese amor de la princesa de sol, que dio su vida para salvar su reino.

FIN

17 agosto 2011

La Princesa de Sol. Capítulo 14



Corrió con desesperación, necesitaba salvarlo, no podía acabar así, todo perdería sentido sin él. Tanto corrió que no alcanzó a ver las piedras del camino y cayó duramente al suelo. El golpe la atontó un poco, su brazo sangraba por varios sitios, aun así siguió, era más importante Samuel. Se detuvo justo delante de él, trató de desatarlo pero sin conseguirlo, la cuerda estaba ganando la batalla. Justo en ese instante apareció la bruja.

- Déjale marchar, él no tiene la culpa. La que quieres destruir es a mí. Dijo la princesa.

- No te confundas, este chico debía mantenerte lejos de lo que eres, debía cerrar tu corazón para siempre, en cambio se enamoró de ti. Además si le hago daño a él conseguiré dañarte mucho más a ti, tanto que no querrás volver, preferirás sumirte en tu pena y sufrirás como yo he sufrido por tu culpa.

- No se que es lo que hice, dime ¿por qué haces esto?

Entonces la bruja con sus poderes le mostró la historia de su vida, sus años felices en palacio con la reina y como tras su llegada todo cambió.

- Todos dicen que tú cambias la vida de todos, pero la mía la destruiste, por eso pienso quedarme con todo lo que ahora es tuyo, porque debía ser mío.

- ¿Eso es? ¿me culpas por nacer? Yo no puedo hacer nada. Pero quédate con lo que quieras, sólo quiero que dejes libre a Samuel.

- Nunca, él siempre será parte de tu fuerza por lo tanto también pagará como todos los que te aman.

En ese momento la bruja apretó más y más la cuerda a Samuel y comenzaron a brotar raíces del suelo, que lo aprisionaban aún más. Poco a poco comprimían su cuerpo y le faltaba el aire.

La princesa recordó aquello de decía el libro: “No hay Amor más grande que aquel que da la vida por sus amigos”

- Vale, haré lo que me pidas, te doy mi vida, te la puedes quedar. Pero suéltalo. Es lo único que quiero.

La bruja planeó una venganza muy dura, la capturaría y se apoderaría de su vida y para siempre la haría ver lo que había perdido. Era perfecto, todo su dolor multiplicado por todos los años que les quedaban a las dos.

Las raíces cesaron en su propósito y se dirigieron a su nuevo objetivo. Samuel cayó al suelo libre y dolorido. En una de sus manos apareció una de las piezas del puzle del alma de la princesa.

- Esto debe ser tuyo. Gracias por salvarme.

- Perdóname, no supe encontrar el camino antes. Siempre te voy a querer, no lo olvides. Todo tiene sentido al mirarte a los ojos.

La celosa bruja los separó rápidamente. Comenzó a cambiar de aspecto hasta ser igual que la princesa. Samuel nuevamente hechizado abrazó a la falsa princesa, la besó como si fuese el último beso. La princesa intentaba contener el dolor, pero su corazón comenzaba a romperse en mil pedazos. La bruja y Samuel se marcharon de la mano.

En aquella soledad, la princesa permaneció varios días, pero no estaba sola, aquellos árboles que contaban historias se preparaban, el alma del bosque conmovida por su dolor trajo un poco de mágica ayuda. Ya de noche, un señor de larga barba blanca y cabello rizado se acercó. Vestía una larga túnica azul y una brillante capa roja. En una de las manos traía la mochila de la princesa y en la otra un gran paño dorado. ¿Quién era este señor?

- Buenas noches princesa, creo que necesitas un poco de ayuda. Soy el limpiador de estrellas.

- Hola, si ahora no se como voy a salir de esta, además la bruja ha ganado, se ha llevado lo que más me importaba.

- No te equivoques lo que más te importa aún lo llevas dentro del corazón. Mira yo me dedico a limpiar estrellas, cuando pasa el tiempo se pueden ensuciar y ya no brillan como antes, pero no por eso dejan de ser hermosas estrellas. Tú eres mi estrella más preciada y vengo a limpiar la culpa que te atrapa, todos cometemos errores, pero la culpa no nos puede atrapar. Déjame que limpie todo lo que te atrapa y verás como lo ves todo de otra manera.

El limpiador de estrellas tardó un buen rato en limpiar toda la culpa, pero terminó, justo en el instante en el que el débil sol salía. Y sus ataduras desaparecieron.

- Gracias, necesitaba algo así. Ahora me siento mucho mejor, pero no se como solucionar todo este embrollo.

- Aquí tienes tu mochila con todo lo que necesitas, cuando sea preciso sabrás lo que tienes que hacer.

Y así el limpiador de estrellas se alejó hasta desaparecer.

La Princesa de Sol. Capítulo 13



Sus pies cansados del camino deciden dejarse perder entre los sollozos de la princesa. Vuelve a sentir que se pierde a cada lágrima un poco más y no es capaz de cortar tanta pena. Todo se emborrona y ya casi no reconoce lo que tiene delante. Pero sin darse cuenta sus lágrimas sobre el libro han hecho aparecer al duende del sur.

- Princesa, eres tú la única capaz de arreglar este mundo roto, sólo has de arreglarte a ti, sólo debes volver a recordar lo importante que eres para todos. No creo que sepas todo lo que significas para aquel que te conoce, pues tú cambias la vida del que tienes delante. La mía la cambiaste hace tiempo, tu ternura transformó todo lo malo en bueno y me hiciste feliz por los restos. Así que no dejaré que te quedes ahí. Quiero que escuches a alguien.

El duende del agua también apareció, acarició su cabello y la abrazó.

- Mi pequeña princesa, todos nos perdemos, siempre hay momentos en los que elegimos un camino que nos lleva por donde no queríamos, pero esa es la vida y debemos aprender de ella. Tú siempre sabías sonreír a pesar de todo y esa sonrisa fue la que cambió mi vida, la que hizo que primase la alegría sobre la tristeza y así lograste que mi vida fuese feliz. Cada mal momento ha pasado sin mucho problema pues llevo tu sonrisa por bandera. Por eso estoy aquí y no te dejaré sola. Pero debes atender a alguien más.

En ese instante el camarote se iluminó y desde esa luz surgió el hada de los sueños. Se acercó despacio, midiendo cada paso, pensando cada movimiento. Agarró su rostro dulcemente y durante unos instantes conectaron sus miradas. El hada secó sus lágrimas, la agarró de la mano y la levantó.

- No hay nadie que posea un corazón más grande que el tuyo, princesa. Durante toda tu vida has brindado felicidad a todos y nos has cambiado la vida. No importa que te hayas perdido o te hayas equivocado, ahora queda un largo camino para descubrir como cambiarlo. Nunca estarás sola.

Los tres desaparecieron, la princesa ya estaba lista para volver. Corrió como nunca había corrido, por calles, plazas, hasta llegar a la puerta de la ciudad. Trato con esmero abrirla una y otra vez, pero nada, parecía sellada. Empujó, tiró, volvió a empujar, hasta hacerse daño, pero debía seguir intentándolo, aunque sin resultado positivo. Hacia un lado de la puerta se podía ver una secuoya gigante con una abertura suficiente para pasar con un poco de esfuerzo. Por aquella puerta natural venía un olor diferente, un frescor de antaño, aires nuevos.

Pasó al otro lado, al bosque que aún permanecía sin color, sin ese sol que colorea lo que ilumina y calienta para dar vida. Echó la vista atrás y se despidió de una vida fácil, de una vida entregada a ella, de una vida para triunfar sobre otros. Ahora empezaba a comprender las palabras de su padre: “ Tendrás que elegir, la vida te pedirá que optes por un camino o por otro, y tú has de saber cuál será el mejor.” Lo que se lo había olvidado contarle es que aunque elijas el camino equivocado, solo has de volver al punto de origen y volver a elegir, pues eso también es crecer y seguir caminando. Para no volver a olvidarse de esto quiso escribirlo en su libro de aventuras, pero era tan sabio aquel conjunto de hojas sin vida que siempre la sorprendía. Encontró que todo ya estaba escrito, sus pensamientos, sus reflexiones y al final una gran verdad:

“Para volver a construir hay que destruir lo que está derruido, solo así podremos crear algo realmente bello. Para que una semilla de futo, primero ha de morir en la tierra y así después dará la sombra a la que está llamada, siendo un gran árbol”

Se adentró en el bosque, buscando un pequeño rastro, alguna pista que le dijese donde se encontraba Samuel. Quería decirle tantas cosas, pedirle perdón una y otra vez, hacerle ver que todo podía ser diferente, que se había perdido, pero que él siempre la mantuvo cerca de sus recuerdos sin darse ni cuenta.

Sumida en sus pensamientos llegó a una gran explanada, los árboles parecían en reunión. Sí ahora si que podía oír las voces de los árboles. Contaban historias de grandes reyes que salvaron el reino, de grandes reinas que desde supieron esperar el mejor momento para actuar y así salvar también el reino. Susurraban historias de enanos y magos, duendes y brujas. Todo igual que en cuentos.

A lo lejos, los árboles parecían mirar un suceso trágico y no se equivocaban. La bruja había capturado a Samuel y lo tenía maniatado. Ella corrió hacia aquel lugar.

La Princesa de Sol. Capítulo 12



Nervios, prisas, un poco de sobresalto y por fin se abre el telón. Samuel sentado entre público la observa con ojos tiernos, es preciosa, casi puede oler su fragancia, inspira y se envuelve en los recuerdos de un amor a punto de romperse.

Llega el descanso y Samuel se levanta para ir a darle ánimos a su amada, cruza el pasillo y llega hasta el camarote, la besa en la espalda y le acaricia el pelo. La princesa vuelve por unos segundos a su ser y lo besa con la pasión que ambos casi han olvidado. Charlan, él la calma como siempre hace. Cierra sus ojos con l yema de los dedos, la abraza y le tararea su canción al oído. Los dos bailan se olvidan de todo.

- Ya estoy lista para salir otra vez. Gracias, realmente eres un encanto, nadie me conoce como tú.

Cuanta razón tienes, piensa Samuel, por eso se que es lo mejor.

La princesa sale del camarote con otro brillo en los ojos. De vuelta al escenario siente como algo no marcha bien, pero continua hasta que los aplausos no la dejan oír nada. Mientras, Samuel a permanecido en su camarote, despidiéndose de todo lo que le recordaba a ella y deja el libro sobre el tocador. Ya está terminado, no me queda más aquí. Se marcha en el momento más alto de los aplausos.

Todo son felicitaciones. Ha triunfado, todos hablan de ella, todos antes de dormir sonreirán por tan gran talento. Se siente feliz, poderosa, como nunca se había sentido. Y entre tanta euforia lo ve, su director, el que la empujó al estrellato, el que ha confiado, el que la ha ayudado. Se acercan el uno al otro, se abrazan y es entonces cuando le susurra al oído: ahora ya solo puedes seguir subiendo, tengo muchos planes para ti, si me dejas voy a conseguir que triunfes. Pero quédate a mi lado, sólo yo conozco lo que necesitas, lo que hay que hacer para sacar tanto potencial. Y como si estuvieran en una burbuja, la besa, la acaricia hasta estremecerla. La hace sentir deseada y le gusta. En ese preciso instante el hada de los sueños usando todo el poder que puede reunir la hace caer en un profundo sueño y la princesa cae como sin vida en los brazos del director. La tumban en el suelo, tratan de hacerla volver. Llaman a un médico que la examina, hasta llegar a la conclusión de que es agotamiento, deben dejarla dormir. La dejan durmiendo en su camarote.

Dormida, profundamente dormida, pero no por cansancio sino por recate. Se encuentra en un castillo. Uno de esos que salen en los cuentos, pero parece que falta algo. Ve un gran salón y una larguísima alfombra roja. El rey, sentado en su trono, deja ver la desesperación en su cara. No deja de moverse, se levanta, pasea, se sienta, rasca su negro pelo y vuelta a empezar. Al fondo en los altos ventanales, la reina, inmóvil, como si de una estatua de sal se tratase con miedo a moverse por si la brisa la fuera a deshacer de un soplo. Mira a lo lejos. Sus ojos parecen secos, ya sin lágrimas para llorar. Sólo se escuchan los movimientos del rey, nadie es capaz de romper aquel matador silencio.

Se acerca a una ventana desde la que se ve el jardín, hace tiempo que nadie lo cuida. El pueblo hacia la derecha no da indicios de vida. Qué lugar tan extraño. En sus recuerdos los castillos de cuentos rebosan alegría, se hacen fiestas, todos comen, ríen, bailan… Pero aquí todo huele triste y sin vida. Pasea por los amplios pasillos, tocando lo todo como si sus manos ansiosas de recuerdos tratasen de conectar algo en ella, algo perdido, algo escondido. Roza muy suave los adornos de las mesas, las molduras de las paredes, los dibujos de los marcos. Y al final del pasillo una puerta que le produce más curiosidad que el resto, con miedo toca la puerta, la acaricia casi recordando una vida oculta. Llega hasta el pomo, lo gira, la comienza a abrir, a sentir, a saborear encuentros, risas, ilusiones. Entra con los ojos cerrados como en un juego, palpa cada rincón.

Al llegar a una foto decide abrir primero un ojo y luego el otro. No puede dar crédito a lo que ve, es ella, vestida de princesa, con un precioso lazo negro en la cabeza y es entonces cuando rompe a llorar. Se da la vuelta y encuentra un señor sentado construyendo un puzle sobre la cama. Se acerca entre sollozos, se abraza a él durante unos minutos antes de recuperar la compostura.

- Soy el restaurador de almas. Ésta que tengo entre las manos es la tuya, pero se han perdido tantas piezas que casi no puedo hacer nada.

En las manos de la princesa aparecen algunas de las piezas perdidas.

- Puede que estas te sirvan, yo ya no se qué hacer con ellas.

- Sólo tienes que querer reconstruirte, yo haré el resto, yo buscaré la forma de que encajen. Pero necesito que busques el resto. Mira tan solo faltan 3. Ve a buscarlas y no te pierdas por el camino, pues eres realmente importante.

La princesa salio corriendo de la habitación, corrió por los pasillos, llegó al salón de los reyes y justo en ese momento despertó del sueño.

- Ahora entiendo tantas sensaciones, recuerdos que golpeaban mi memoria. ¿Cómo he podido olvidar quien soy?

Recuerda la celebración, a Samuel y lo mal que se ha portado con él este tiempo y entonces ve el libro. La primera reacción es sonreír, pues él siempre ha sabido sorprenderla. Tiene una rosa encima, como tantas que le ha regalado. Comienza a leer su historia, sus aventuras. Hasta llegar a la carta. Ahora ya es imposible frenar las lágrimas, ha estropeado lo mejor de su vida y roto el corazón de alguien que la amaba sin condición, sólo por dejarse perder en el olvido y en sus prioridades. Debía volver para encontrar las piezas de su alma pero ahora siente que las ha vuelto a perder todas. ¿Cómo se vuelve a caminar después de esto?

13 agosto 2011

La Princesa de Sol. Capítulo 11

Comenzó su trabajo como actriz. Cada vez que recitaba aquel guión todos tenían que pararse ante tal talento. Nadie habría podido imaginar que la princesa podría superar a la mejor de las actrices de la compañía. Cada gesto, cada movimiento, cada palabra, cada matiz, todo era perfecto.

Pasaron los días y cada vez la princesa se crecía más, su fama se extendió por toda la ciudad y muchos esperaban nerviosos el estreno. Lo que nadie sabía es que la princesa inmersa en su afán de superación y de poder comenzaba a perderse a sí misma. Dejó de sonreír a todo el que pasaba por su lado, algunas veces incluso se mostraba déspota y engreída. Todo comenzó a cambiar, tal y como la bruja Jacinta había planeado, pues todos en la ciudad estaban hechizado para los propósitos de la bruja.

Samuel notaba como su preciosa princesa cambiaba de aires y como poco a poco él dejaba de ser importante en su vida. Pero la amaba tanto que no podía dejarla. Aguantó días, semanas, meses y aunque cada vez le dolía más el corazón, su dulce princesa seguía siendo el sentido de todos sus movimientos. No podía negarle su amor y se descubrió triste luchando por un ideal roto y deshecho.

La ciudad, que por un tiempo se empezó a iluminar por la bondad de la princesa, se volvió aun más gris que antes. Así la bruja se aseguraba de que la princesa no volvería a ser ni recordar quien era.

Durante todo este tiempo el duende del sur había permanecido escondido, esperando el momento para salvar a la princesa y éste era el momento. Consiguió salir del cajón donde se encontraba la mochila de la princesa. Él sólo no podría idear un plan, así que llamó al duende del agua y al hada de los sueños. Tras mucho pensar decidieron que unir su magia era lo más sensato, sabían que no podrían combatir los hechizos de la bruja, pero confiaban en el gran corazón de la princesa. Debían esperar hasta el día del estreno, entonces sería el momento para actuar.

Mientras la princesa continuaba sus ensayos, cada vez más cerca del estrellato, de su reconocimiento, de su día de gloria, sentía que por fin todos la verían y hablarían de ella maravillas.

Y poco tiempo después llegó el gran día. La semana previa, Samuel mantuvo la compostura ante todos los malos gesto que su amada princesa tenía con él. Su relación cada vez se teñía más de oscuro y sin poder remediarlo se dio cuenta de que así ninguno de los dos sería feliz. Los duendes y el hada trataron de tocar el corazón de Samuel para calmar un poco su dolor. Dejaron el libro de aventuras de la princesa donde él lo pudiera encontrar.

Esa mañana la princesa se levantó rápido para el ensayo general, se marchó sin su acostumbrado beso a Samuel. Así que éste al despertar hizo lo que cada día, se levantó y se aseó un poco, besó la foto de la princesa y se preparó el desayuno que antes compartía con ella. En la mesa del salón se encontraba el libro de aventuras, al principio no le hizo mucho caso, pero al darse cuenta de que aquello era nuevo le picó la curiosidad y comenzó a leerlo. Inicialmente había estado vacío, pero poco a poco se habría escrito así mismo contando las aventuras de la princesa y todo lo que ella suponía en su reino. Samuel entendió una vez más lo especial que ella era y por eso debía romper su amor.

Dedicó un buen rato a leer las maravillas que contaba y finalmente escribió una carta para su princesa:

Mi preciosa princesa:

Hoy es el día de tu estreno, de tu salto al estrellato. Hoy es un gran día para tí, hoy cumples un sueño y yo no te lo puedo negar, como no te puedo negar nada. Desde que te conozco has sido la luz para caminar, la mano para levantarme y los ojos para perderme soñando. Tienes todo lo que cualquier hombre puede desear en una mujer. Haces que todo cobre color a tu paso, ya sabes que besaría el suelo que pisas.

Pero he descubierto también que todos podemos sacar lo mejor y lo peor que llevamos dentro. Creo que eso hago yo contigo y por eso es mejor que siguas tu camino y que sigas maravillando al mundo que te rodea.

Yo me iré al bosque que cuenta este libro, puede que allí encuentre la paz que necesito.

Se muy feliz y no olvides que siempre te voy a querer. Siempre tuyo Samuel.

11 abril 2011

La Princesa de Sol. Capitulo 10

Pasó un tiempo disfrutando de su vida en pareja, de sus momentos en el parque, de sus mañanas en la pastelería y sus tardes en la compañía de teatro. Todo parecía sonreírle a la princesa.

Su querido Samuel la sorprendía con numerosos detalles, la sacaba de paseo por rincones desconocidos, la llevaba siempre de la mano para demostrarle todo su amor.

El trabajo en la compañía de teatro era fácil, ayudaba en todo lo que le pedían. Un día en maquillaje, otro en decorados, otro en vestuario. Mientras, el director siempre la observaba. Su trabajo era siempre excelente, pues todo lo hacía con mimo y ternura. Todos deseaban tenerla a su lado trabajando.

Raro era el que pasaba por su lado y no sonreía. La princesa transmitía felicidad y bienestar. Rozar el aire que la rodeaba era suficiente para empaparse de aquella desconocida sensación.

Una mañana se levantó un poco apresurada, con la sensación de tener que estar en otro sitio. Se sentía fuera de lugar y con ciertas ganas de llorar. No era normal, todo lo que podía desear la rodeaba, no tenía quejas ningunas. A pesar de todo, aquel sentimiento no se marchaba. Aunque tampoco era suficiente para parar a la princesa. Prosiguió su día como cualquier otro.

- Buenos días cariño. Le dijo Samuel, mientras terminaba de preparar un plato de fruta para el desayuno.

- Buenos días, muchas gracias por hacer el desayuno, eres único.

- Tú eres mi princesa y tengo que tratarte como tal.

Aquella frase la dejó desconcertada, sabía que no era la primera vez que la llamaban así. Muchas mujeres en su infancia había deseado ser una princesa, pero con ella era diferente, iba más allá de un deseo, se sentía como una verdadera princesa. Esto hizo que la bruja Jacinta despertase de su siesta mañanera, no podía permitir que la princesa descubriera quién era de verdad, ya que podría poner en peligro su malvado plan. Agarró su sombrero, se montó en su escoba para llegar a la ciudad.

Ese mismo día la protagonista de la obra cayó enferma, por lo que pusieron carteles por toda la ciudad para encontrar una actriz de urgencia. Samuel que confiaba en el maravilloso talento de su novia, le propuso pedir una prueba, para ser la protagonista de la obra. La princesa en esta ocasión no dudó de sus posibilidades. Llevaban mucho tiempo diciéndole lo estupenda que era en todo, en esto también tenía que serlo. En este tiempo en la ciudad el corazón de la princesa se había endurecido un poco y ahora creía que podría superar a cualquiera.

Al llegar la tarde fue a charlar con el director. Después de unos minutos la secretaria la pasó al despacho. Aquellos minutos se llenaron de nervios, de ilusiones de evolucionar, de cambiar de aires aunque los actuales no le venían mal. Quería más.

El despacho era minimalista, como su dueño. Todo con pocos colores, sombrío, escaseaban los detalles y a la vez se escuchaban a todas las cosas, contando porqué las habían puesto en ese lugar. Nada se escapaba sin sentido. En el tiempo que había pasado preparando esta obra, el director no se había dado a conocer, más que en una cosa, todo lo tenía muy pensado y casi nunca se equivocaba. Esto sorprendía mucho a la princesa y quería aprenderlo.

Charlaron largo rato, de las ilusiones, de la necesidades, de los compañeros, de todo lo que encerraban las paredes del teatro que era mejor no preguntarles, pues conocían todas las historias de actores de nombre, y de cortina, que anhelaban otros días pasados o futuros, de amores incompletos por otros o por uno mismo, de sueños cumplido o por cumplir, de costuras en la vida que se rompe, de razones para estar o para marcharse. Historias y más historias que se perdían entre las capas de las discretas paredes.

El director quiso sorprender a la dulce princesa con algo que había escrito para ella. Desde que llegó la había observado y sin duda era una persona digna de conocer en profundidad.

- Alguien que se entrega a los demás como tú debe tener una gran vida interior. Llevo tiempo esperando que sobresalgas y te hagas notar como mereces. Le dijo y prosiguió leyendo aquellas líneas. Cada poro de tu piel palpita por entregarse, por hacer sonreír al de enfrente, por sacar lo mejor de cada momento y cada persona. Es un lujo beber tu aliento. Pareces como un manantial de agua viva, de energía que a todos transforma. Pero siempre permaneces por debajo, sin destacar, sin poner sobre los demás. Cuando hay talento hay que explotarlo, hay que publicarlo y que todos los admiren. Es un delito esconder algo tan precioso. Es tiempo de pensar en ti, en tus intereses, en tus posibilidades, en tus pasos.

Las palabras que escuchaba, cada vez le gustaban más, todos los halagos. Se convencía por momentos, era su oportunidad de relucir como nunca, no estaría más a ordenes de todos. Hasta ese instante no se había planteado que estaba a ordenes de otros, que siempre cumplía.

- Tienes razón es mi tiempo. Si me das la oportunidad, no te defraudaré. Seré tu mejor actriz. Ya lo verás.

- ¡Cómo me alegra! Estoy seguro que lo harás muy bien, pero tienes que trabajar duro. Mañana mismo empezamos.

Volvió rápidamente a casa para contárselo a Samuel. Todo seguía saliendo mejor que en un sueño.

30 marzo 2011

La Princesa de Sol. CAPÍTULO 9



Y entre tanto caminar, la princesa iba perdiendo la sonrisa. Su rostro se tornó en pálido, entre tanta oscuridad. Y sus pies no cesaban en su empeño de caminar a toda costa.

En buen momento la princesa sintió hambre. No recordaba que en su mochila tenía todo lo que necesitaba y se puedo a buscar una tienda. Por fin encontró una pastelería, allí un chico alto y robusto parecía ser el único que sonreía en aquella ciudad.

- Buenos días, desearía comer algo rico. Dijo la princesa.

- Pues tengo la mejor bollería de toda la ciudad. Ha venido al lugar adecuado. Contestó el dependiente.

- Me gustaría algo con chocolate.

- Pues esto seguro que le encanta, tiene tres tipos de chocolates y todos los amantes del chocolate lo recomiendan.

La princesa compró aquel trozo de bizcocho, salió y se sentó en el parque de enfrente, comenzó a comerlo. Efectivamente era realmente bueno, cada bocado la sumía más profundamente en un placer nunca antes conocido. Entre bocado y bocado se dio cuenta de algo escrito en el papel que envolvía el pastel: “Eres la criatura más bonita que he visto nunca, ojalá vengas a comprar más veces a mi pastelería. Me llamo Samuel”. Aquello le pareció realmente precioso. Y decidió entrar a preguntar por un lugar donde dormir.

- Perdone, muchas gracias por la nota y el pastel. Ambos han sido muy placenteros. ¿Me podrías ayudar a buscar donde dormir?

- Pues estás de suerte, tengo una habitación para alquilar en mi casa, si la quieres es tuya.

- Pero ahora mismo no me queda casi dinero y no se como conseguir más.

- Tranquila, si me ayudas en la pastelería está todo pagado. Además podrías participar en la compañía de teatro de la ciudad buscan una chica que ayude al director y tú pareces buena ayudante.

- Muchas gracias, para empezar no está mal.

Después de un rato más de charla los dos cerraron la pastelería y se marcharon a casa de Samuel. La habitación era preciosa, tenía todo lo que ella podía necesitar.

Aquel amable muchacho parecía ser una buena persona, diferente a todo lo que había por los alrededores, por lo menos hablaba, sonreía y miraba a los ojos. Poco a poco se fueron conociendo. La princesa comenzó a trabajar en la pastelería y se sentía muy bien cada vez que alguien probaba algo que ella había hecho con sus propias manos.

Así pasaron varias semanas y la princesa y Samuel cada vez se entendían mejor. Un día él le recordó que en la compañía de teatro aún necesitaban un ayudante del director. La animó a presentarse, pues ahora que la conocía sabía que lo haría de maravilla. No estaba muy segura, pero Samuel insistió hasta el extremo de concertarle una entrevista. Con cierto miedo acudió a una entrevista. No le hizo falta mucho, pues todos la encontraron perfecta para el trabajo, hasta el serio director que con un sombrío “me valdrás” la contrató.

La princesa no podía creer que todo le fuera tan bien. Corrió a la pastelería a contarse lo a Samuel. Decidieron salir a celebrarlo en el mejor italiano de la zona. Pidieron lasaña y tortelinis con salmón. Entre conversaciones ella se encontraba en una nube, pues comenzaba a enamorarse de aquel chico que tanto la ayudaba. Todo lo que recibía de él eran halagos, buenas palabras con una gran sonrisa. A pesar del hechizo de la bruja la princesa era capaz de mirar a los ojos de Samuel y sentir su gran corazón. Mientras conversaban decidió tomar su mano, acariciarla y dejar libres sus sentimientos. Samuel lo recibió con sorpresa, pues no se imaginaba que la princesa podría sentir lo mismo que él. Se miraron a los ojos y sin dudarlo se besaron. Fue una noche mágica, que nunca podrán olvidar.

Los días en la ciudad cada vez eran más felices para la princesa. Tenía hogar, trabajo en la pastelería y en la compañía de teatro, y lo mejor de todo tenía alguien especial a su lado.

13 marzo 2011

Cambio de LOOK

Parece necesario un cambio de look para volver a retomar historias sin terminar. Seguro que es parte emocionante del camino.

16 enero 2011

La Princesa de Sol. CAPÍTULO 8


La mañana se había despertado sorprendentemente bonita entre aquellos blancos, negros y grises en los que la bruja la había sumido todo. Era agradable pasear, pero el sol parecía no tener fuerza y no calentaba la piel. La princesa siguiendo las indicaciones de la mujer de la aldea, se adentró en el bosque. Poco a poco los árboles se hacían más retorcidos y enrevesados. Algunos habían invadido el espacio natural de los otros y se habían entrelazado. Podías sentir todo lo que aquellos árboles contaban, si te parabas un rato a escuchar el silencio, la brisa arrastraba una suave voz que contaba las historias del bosque. Pero la princesa había olvidado también lo mucho que le gustaban las historias de otros y siguió caminando sin hacer caso a lo que los árboles ardían por contarle. Como nadie les dio boca para hablar, sólo se podían comunicar a corazones abiertos a lo extraordinario. Y el corazón de la princesa se encontraba hechizado.

La luz del sol era cada vez más débil y ya no irrumpía entre las hojas de los árboles, parecían unos rayos cansados de iluminar un mundo que no quería ser iluminado. El duende del sur temía que el sol triste y frustrado se diera de baja por depresión.

Siguió caminando hasta detenerse delante de una secuoya gigante exactamente igual que en la que solía jugar en palacio. Era robusta y de gran belleza. Muchos piensan que son árboles demasiado grandes y no son capaces de apreciar todos los encantos que encierran, solo se dejan llevar por su apariencia tosca. La princesa tuvo una extraña sensación familiar, pero no sabía dar nombre a lo que sentía. De repente una brisa aterciopelada rozó su mejilla derecha, más tarde la izquierda, seguidamente sintió un abrazo de aromas que la envolvían, pero la bruja había hecho muy bien su cometido, la princesa no lograba recordar nada. Continuó su camino dejando a un lado posibles recuerdos que trataban de salir.

Tras unos pasos acelerados, la princesa encontró una gran verja de forja. Usted a llegado a la gran ciudad, eso ponía el cartel de la entrada, lugar donde todos los sueños se hacen realidad, hay mil oportunidades sólo tienes que buscarlas y luchar por ti. Buena presentación, aquí podré hacer lo que yo quiera, pensó.

Tardó un rato en encontrar la manivela, pero al final consiguió alcanzarla y abrir la puerta. Con un poco de miedo entró mirándolo todo y a todos. Hombres y mujeres caminaban de un lado para otro. Prisas, prisas y más prisas. Nadie se miraba, parecían individuos solitarios sin necesidad de encontrarse con otros. Los niños jugaban con maquinas que ella nunca había visto, es más ni si quiera las habría imaginado.

Tenía la sensación de que algo la empujaba a actuar de la misma manera, era como un hechizo. Todo aquel lugar parecía como producto de alguien atormentado y no se equivocaba. La bruja Jacinta al marcharse del reino creó su propio mundo absurdo y sin sentido, así todos sus pensamientos no eran muy descabellados al ser comparados con aquellos seres hechizados. Todo el empeño de la bruja radicaba en no resultar la peor parada.

El encantamiento era muy poderoso y la princesa no tenía las fuerzas para resistirse. Empezó a moverse entre la masa de gente, sin tocar y sin mirar a nadie. Las preocupaciones comenzaron a invadir su cabeza. Los malos pensamientos brotaban como si no costase. La princesa tenía ganas de llorar por todo. Estaba irascible y todo le molestaba. Siguió y siguió igual que el resto, caminando.

21 noviembre 2010

Volviendo a la vida

Como una flor que vuelve a brotar después del invierno, vuelvo a retomar el viejo relato de la princesa de sol, en los próximos días podréis disfrutar de un capítulo nuevo.

16 julio 2010

Un parón por vacaciones...

Los ratos de inspiración y de sentarme delante del ordenador se están derritiendo con el calor. Entre maletas, idas, venidas, campamentos, niños, amigos, familia y próximas paradas no he tenido tiempo para dedicarme a escribir. Tendréis que esperar un poco para el próximo capítulo, puede que Bolivia me inspire... Un beso y felices vacaciones a todos. Muaaaaa

23 junio 2010

La Princesa de Sol. Capítulo 7



CAPÍTULO 7


El bufón y el duende muy preocupados intentaron reanimarla. Pero nada la sacaba de aquel profundo sueño. El bibliotecario salió al oír los gritos. Cargaron con la princesa y la tumbaron sobre una de las mesas. No había manera de despertarla. El Duende del sur saltó a una de las estanterías y comenzó a buscar como loco un libro.


-¡Aquí está!


Abrió el libro, tras recitar un conjuro en voz baja una nube de humo salió y apareció el Mago Merlín.


-Querido amigo, tienes que ayudarnos. Le explicó el duende. La bruja Jacinta ha infectado el reino con la pócima de las lágrimas y la princesa ha caído en un profundo sueño.


- La bruja no ha desistido de su propósito por lo que veo. Dejadme ver a la princesa.


La examinó largo rato y se dispuso a dar su diagnóstico.


-Me temo que poco podemos hacer por ella. La ha infectado con la pócima del olvido y sólo sabremos cómo le ha afectado cuando despierte. Debemos dejarla dormir, no tardará mucho en despertar.


Pasaron unas horas. El duende muy preocupado no dejaba de buscar en otros libros alguna solución. Merlín lo miraba con ternura.


Primero una mano, luego el brazo. La princesa empezaba a moverse entre la expectación de sus amigos. Abrió los ojos y vio la sonrisa de todos. Saltaban y se alegraban, pero la princesa no los reconocía.


-¿Quiénes sois vosotros? ¿Y qué hago aquí?


- Princesa soy el bufón y este es el Duende del sur.


- No se quienes sois.


La princesa estaba bastante asustada. No sabía qué pasaba y mucho menos quien era aquella gente.


-¿No nos reconocéis? La bruja os ha infectado con la pócima del olvido.


Merlín se levantó muy pes adumbrado.


-La princesa no va a recordar así, me temo que la bruja ha conseguido lo que quería. No se acuerda de nada y supongo que mucho menos de quien es. Así estamos perdidos, pues ella es la única que podía derrotar la. Hemos perdido.


Merlín muy triste volvió al libro.


-No puede ser, eso no puede ser así. Dijo el duende.


- Merlín es un gran mago y ha perdido la esperanza. ¿Qué hacemos nosotros? Expuso el bufón algo triste.


Nadie tenía respuestas, entre tanto la princesa, que lo había olvidado todo cogió su mochila y se marchó sin hacer ruido.


-¡Qué gente tan rara! Dicen que yo soy una princesa, han hablado de una bruja y de magos. ¡Están locos! Vaya cantidad de tonterías. Yo me voy a la ciudad con la gente normal. Dijo la princesa.


No recordaba cómo se iba a ningún sitio pero su instinto aventurero le decía que no se perdería y comenzó a caminar.


Tardó varios días en llegar a la aldea más cercana. Al principio pensó que no había nadie, pues no se escuchaba más que un silencio algo tenebroso. Después de un buen rato encontró a una mujer con cara de pocos amigos.


-¿Me puede decir cómo llegar a la ciudad?


- Sólo tienes que seguir el camino durante dos días y encontrarás un camino a la derecha que se mete en el bosque, cruza lo y encontrarás lo que buscas.


Una mujer muy rara, pensó la princesa, no tenía expresión en la cara.


Siguió todas las indicaciones de la mujer hasta llegar al bosque. Como ya era de noche decidió detenerse y dormir fuera del bosque. Las noches dentro de los bosques son peligrosas. Y se quedó dormida con rapidez. El hada de los sueños trataba de entrar en sus sueños pero el poder de la bruja era grande y no podía. El Duende del sur, la había seguido al darse cuenta de su marcha. Mientras ella dormía él la observaba con los ojos brillantes.


-Mi querida princesa no te dejes vencer por la bruja, recuerda quién eres. Nadie puede salvar el reino, sólo tú puedes hacer lo. Mí querida princesa…


No lo había reconocido nunca pero para él la princesa era muy especial, no había conocido nadie con esa mirada y con aquel inmenso corazón. Nadie podía igualar su belleza y su ternura con todos. Le costaba mucho verla así, a su princesa, a su amor. Se quedó toda la noche acariciando su rostro, su pelo, besando aquellos dormidos y olvidadizos labios hasta el amanecer. Cuando empezó a despertar la princesa, el duende se escondió entre los dibujos de su mochila, así podría acompañarla y protegerla si fuese necesario.


La princesa recogió sus cosas y se adentró en el bosque.

21 junio 2010

La Princesa de Sol. Capítulo 6

CAPÍTULO 6

Fueron a visitar los valles que había al lado del naranjo, el olor a azahar inundaba todos los alrededores y se podía disfrutar de una paz muy singular. Después fueron a visitar la casa del eucalipto, para que no intentase acercarse a ellos pues al igual que el árbol, nada crecía a su alrededor.

Un poco más arriba estaba el lago que vio desde la habitación de la posada. Todo lo que lo rodeaba eran jazmines y orquídeas, que eran las flores preferidas de la princesa. Con aquella degustación para la mirada, la princesa se dejó llevar por mil sensaciones y se metió en el agua. Era tan limpia, tan pura, tan cristalina. Cogió un puñado de agua entre las manos y se lo roció sobre la cabeza. Lo repitió varias veces, como si el agua limpiase todo lo malo y dejase solo lo bueno dentro de la princesa.

Siguieron paseando al sol para que la ropa de la princesa se secase con rapidez. Y llegaron a un grupo de árboles que parecían estar en reunión, los unos mirando a los otros. Todos eran grandes árboles de sombra: un arce, un castaño, una morera de papel, un ficus, un árbol del paraíso y un chopo. Allí en el centro de aquella reunión parecía que todos los elementos de juntaban a jugar con los niños de las familias. Todos jugaban juntos, se divertían y se reían. Los papás preparaban una rica barbacoa y las mamás decoraban la mesa con flores. Al llegar rápidamente los invitaron a cenar. Todos fueron muy amables con la nueva invitada. La princesa se sentía feliz, pues nadie sabía que era la princesa y todos eran buenos con ella. Eso era lo que ella pretendía, sacar lo mejor de todo el que tuviera en frente sin que fuese por su condición real.

Cantaron, bailaron, saltaron, jugaron, comieron y bebieron. Cuando ya era tarde para los pequeños, el bufón agarró de la mano a la princesa y la apartó de la gente.

-Quiero enseñarte una cosa más.

Se alejaron un poco más y se tumbaron en la hierba a contemplar las estrellas.

-Allí tienes la osa mayor y en aquel lado encima de aquel madroño está la osa menor. En aquella dirección se encuentra Andrómeda y un poco más lejos el Ave del paraíso. Hay 88 constelaciones en nuestro cielo y todas están al alcance de tus dedos princesa. Sólo tienes que querer tocarlas.

Pero la princesa ya se había quedado dormida en el hombro del bufón que también se dejó vencer por el sueño.

Mientras dormía plácidamente, la bruja Jacinta había descubierto que la princesa había salido del hoyo. Envuelta en su envidia, buscó a los erizos del país de las tormentas para que infectasen el reino con sus púas llenas de la pócima de las lágrimas. Ésta pócima quitaba la alegría a todo lo que tocaba y por lo tanto su color. Antes de que el bufón y la princesa despertasen, los erizos habían tocado todo el reino y todo había perdido su color.

Al despertar notaron que todo había dejado de lucir como el día anterior. Pronto entendieron que la bruja tendría algo que ver. Todos los habitantes de la aldea estaban tristes y con la mirada perdida. Los niños no jugaban y los adultos enpezaban a enfadarse los unos con los otros.

-Tenemos que hacer algo. ¿Y si todo el reino está igual? Gritó la princesa

- Pero, nosotros ¿qué podemos hacer, princesa?

- Tengo una idea.

Sacó su caja de cristal de su mochila y espolvoreó un poco de polvos mágicos. En ese momento apareció un duende muy bajito y con pinta de bailón.

-Soy el Duende del sur y por lo que veo la bruja ha hecho de las suyas.

- Ha robado el color y la alegría creo que de todo el reino. Nos tienes que ayudar.

El duende se puso a pensar, y una gran idea se le ocurrió.

-Tenemos que buscar una biblioteca. ¿Por dónde hay una?

El bufón los llevó a la biblioteca. Estaban a punto de entrar pero la princesa se desplomó de un golpe en el suelo. La bruja había puedo un erizo en la puerta para que la princesa se pinchase con una de sus púas y se infectase de la pócima del olvido.

Y así se quedó la princesa dormida tendida en el suelo.

La Princesa de Sol. Capítulo 5


CAPÍTULO 5
A la mañana siguiente la princesa prosiguió si viaje. Hacía un poco de frío y las nubes tapaban casi todos los rayos del sol. La mañana se planteaba un poco gris. Pero nada de esto paraba a princesa, pues sabía que muchas aventuras la esperaban en su camino.
Después de un ratejo caminando llegó a una aldea, donde las gentes vivían dentro de los árboles. Cada familia pertenecía a un árbol y tenía que conservarlo para asegurar el bienestar de todos sus miembros.
La princesa muy asombrada paseaba entre aquel magnífico bosque tan singular. Además de proteger a su árbol familiar, todos se parecían a su árbol. Los que vivían en el roble eran duros de sesera; los que vivía en el sauce llorón, lloraban por casi cualquier cosa; los del cerezo eran delgados y muy guapos; los del alcornoque muy cabezones y testarudos. Y así todos y cada uno de ellos.
No era capaz de dejar de mirar por todos lados, por eso no se dio cuenta de que justo delante de sus narices se encontraba un bufón con el que chocó con cierta dureza.
-¡Ay! Qué coscorrón. Gritó el bufón.
-¡Ay! Cómo duele. Perdona, no te había visto.
-¿Es que no miras por donde andas?
- Perdona, estaba entusiasmada mirando cada árbol y no te he visto. Lo siento mucho.
- Bueno no te preocupes ya no me duele. Pero ten más cuidado, que aquí hay más de uno que tiene muy mal carácter.
- Muchas gracias lo tendré en cuenta.
El bufón que había pasado sus años mozos en la corte, se dio cuenta al instante de que aquellos ojos eran los de la pequeña princesa. Nadie tenía unos ojos tan preciosos, ni una mirada más cálida y penetrante. Sólo la princesa era capaz de ver el corazón con solo un vistazo. El bufón que no entendía por qué no llevaba su corona, llevó a la princesa a la posada de la aldea para comer algo.
-Mmm… ¡Qué hambre tengo! ¿Aquí qué se come?
- Tienes todo tipo de frutos, dulces naturales y la especialidad de la casa, pollo con ciruelas. Es el plato más exquisito que puede probar por estas tierras.
- Pues pedimos eso, ¿te parece?
Comieron y charlaron un buen rato. Y la princesa comenzó a sentirse cansada. Los dueños de la posada le dieron una habitación con vistas al lago. Y la dulce niña se quedó profundamente dormida. Una vez más el hada de los sueños quería mostrarle algo a la princesa. En ésta ocasión la llevó al mismo sitio donde estaba para que se mirase dormida y preciosa. Una voz le dijo:
“Nunca olvides, quién eres. Tú eres un tesoro que muy pocos serán capaces de descubrir. No dejes de mirarte y de quererte, pues eres muy importante. Tienes una gran misión que cumplir. Cuando todos estén a oscuras, tú lo llenarás todo de luz. Cuida con mimo cada uno de los días de tu vida. Disfruta de reír sin razón y de saltar por todo. No olvides quién eres”.
Al rato la princesa despertó algo atolondrada, pero como no entendía nada prefirió dejar que todo siguiera su curso, ya llegaría el momento en que lo entendería todo.
Bajó al salón de la posada y buscó al bufón.
-Me gustaría conocer más cosas de esta aldea. ¿Tú me puedes ayudar?
- Claro que sí, princesa.
- shhhhhhuuu… no lo digas tan fuerte. ¿Cómo sabes que soy la princesa?
- Sólo hay una persona capaz de mirarte y ver tu corazón. Y eso es lo que has hecho tú conmigo.
- Pero, yo no te he dicho nada. ¿Cómo puedes saber todo eso?
- Yo trabajaba en palacio, hasta que la bruja Jacinta me quitó mi buen humor y por vergüenza me marché sin decir nada. Por eso se de los dones que tienes, todo el mundo en palacio lo sabe y los disfruta. Todos sabemos que tú eres un gran tesoro.
La princesa un poco sonrojada no sabía qué contestar.-Sólo quedas tú por saber lo especial que eres, princesa. Ahora vamos a pasear por la aldea, tengo mucho que mostrarte.